Desde cerca del mediodía del 29 de diciembre hasta el mediodía del 30, nuestra Comunidad de Paz de San José de Apartadó vivió una experiencia de 24 horas de agudos contrastes y profundas sensaciones.
Desde la masacre de Mulatos y La Resbalosa sufrida el 21 de febrero de 2005, nuestra Comunidad no vivía colectivamente esa confluencia misteriosa de muerte y vida que se entrelazan y se desafían de manera conmovedora. El 29 de diciembre la incursión de 5 paramilitares en nuestra bodega de comercio de cacao, con la intención de arrancarle la vida a varios de nuestros líderes, fue como un relámpago de muerte que tocó a nuestras puertas anunciando un retorno macabro a los años del comienzo en que los funerales se sucedían en cadena y con escasos intervalos. Sin embargo, la reacción espontánea e inmediata de 6 miembros de nuestra Comunidad que se encontraban cerca al sitio del ataque, en un esfuerzo desesperado logró desarmar e inmovilizar a dos de los victimarios y poner en fuga a los otros tres, no sin dejar charcos de sangre, pero salvaguardando la integridad de todas las vidas, se vivió con la emoción desbordante de quien le abre paso a la vida desde corredores de muerte.
Con una rapidez inusual, la noticia congestionó las memorias de los celulares y a los pocos minutos nuestro asentamiento de San Josesito comenzó a ser colmado por los trabajadores que abandonaron precipitadamente sus campos de trabajo y bajaron apresurados de las veredas para enfrentar colectivamente este nuevo desafío de muerte de una manera comunitaria. La emoción de la solidaridad de cuerpo crecía por momentos hasta que llegó la noche que casi todos los integrantes de la Comunidad pasaron “de claro en claro”, alrededor de ollas de tinto y haciendo rondas de grupos para inspeccionar los linderos del asentamiento y evitar nuevas incursiones de muerte. Había que vigilar a los dos paramilitares inmovilizados y al mismo tiempo velar por la satisfacción de sus elementales necesidades humanas. Fue una noche inolvidable donde las incomodidades y el trasnocho se vivieron con emoción solidaria.
Un discernimiento colectivo tuvo que diseñar, paso a paso, la estrategia a seguir frente a las instituciones del Estado, de manera acorde con los principios y trayectorias de la Comunidad. La ruptura de ya muchos años con una administración de justicia corrupta nos impedía entregar a los retenidos al aparato judicial local y regional hundido en la podredumbre. Se echó mano entonces de la tradición de dejar constancias de alto nivel con el fin de apelar a la conciencia ética por lo alto y no a las trilladas burocracias que consolidan permanentemente la impunidad. Hubo comunicaciones con altos funcionarios del Estado para pedirles que recibieran a los retenidos (Vicepresidente, ministros, viceministros, altos funcionarios de control, organismos internacionales) y sólo se logró que un Viceministro acudiera a recibirlos. No se buscaba asegurar una justicia eficaz y recta –lo que hoy día en Colombia es imposible- sino que el alto gobierno tomara contacto directo con el hecho en sí, mirando las caras de los victimarios, firmando actas y sintiendo el aliento colectivo de una comunidad adolorida pero resistente.
La Comunidad tenía en su poder el arma incautada a uno de los victimarios [pistola SIGSAUER, calibre 9mm, serial: B252721]. Entregarla a la cadena institucional era arriesgar o contribuir a que esa arma fuera utilizada para destruir otras vidas. En otras ocasiones la Comunidad había preferido destruir el arma; esta vez también se llegó a esa conclusión y así se dejó consignado en el acta de entrega de los inmovilizados. El proveedor de esta arma tenía 12 proyectiles y habría podido eliminar las vidas de varios de nuestros líderes. Un tal artefacto no debió existir jamás.
A lo largo de las horas llegaron a la Comunidad innumerables mensajes de solidaridad de muchos rincones del mundo: parlamentarios, comunidades, consejos, parroquias, ayuntamientos, movimientos sociales. Todo el mundo deploraba y condenaba la perversidad de los hechos victimizadores; se alegraba por la valentía y valores de la Comunidad y repudiaba la indiferencia del gobierno y de las instituciones del Estado ante la multitud de crímenes sufridos por la Comunidad y por su persistencia. Al mismo tiempo, en el contexto actual de las respuestas del Estado ante la multiplicación de ejecuciones de líderes sociales, subrayaban que este solo hecho desmiente los discursos perversos del Ministro de Defensa y de otros funcionarios del Estado que niegan empecinadamente, contra toda evidencia, el carácter sistemático de la eliminación de líderes sociales.
En esta intensa jornada destacamos y agradecemos nuevamente el papel jugado por nuestros acompañantes internacionales quienes demostraron de manera extraordinaria el amor con que desempeñan su oficio.
Agradecimos también la presencia del Obispo de Apartadó, Monseñor Hugo Alberto Torres, como testigo cualificado en el acta de entrega de los paramilitares inmovilizados. A la inmensa red de nuestras amistades, nuestra profunda gratitud.
Comunidad de Paz de San José de Apartadó
Diciembre 30 de 2017