Agradezco a las instituciones nacionales e internacionales la realización de este acto histórico que nos permite purificar la memoria de lo ocurrido y abrir nuevas rutas que garanticen la existencia con dignidad de la Comunidad de Paz de San José de Apartadó. Agradezco a la Comunidad por no haber perdido nunca, ni por un día, su profundo anhelo de paz.

Participo en este acto con dos funciones relacionadas entre sí. Por un lado, represento al Tribunal Permanente de los Pueblos, un organismo con profundas raíces en la historia de los pueblos latinoamericanos y, en particular, de los pueblos colombianos. La Declaración de Argel que ha guiado su misión desde 1976, reza en su primer artículo: «Todos los pueblos tienen derecho a existir». Por otro lado, soy un eslabón del articulado mosaico de solidaridad internacional que, desde la fundación de la Comunidad en 1997, ha hecho del acompañamiento y del reconocimiento de este proceso de paz su hoja de ruta.

Algunos seguirán preguntándose cómo es posible que una comunidad campesina de un remoto rincón de Colombia haya logrado generar redes de solidaridad locales, nacionales e internacionales. La respuesta se halla en los valores universales que encarna esta Comunidad y en sy horizonte de paz con justicia social, un binomio indivisible que despierta la conciencia de la humanidad. La Comunidad despierta la conciencia de todos nosotros.

En su práctica cotidiana de nombrar lo intolerable, la Comunidad siempre ha señalado el rumbo a seguir para la erradicación de la violencia, la superación de la impunidad y la pacificación territorial. Particularmente en la coyuntura actual, la Comunidad es testigo del alto riesgo de exterminio y genocidio en tiempos de paz; dos patrones que han marcado trágicamente la historia de Urabá, asi como el presidente Gustavo Petro reconoció el año pasado en Apartadó, un día antes del asesinato de Nalleli y Edison ocurrido el 19 de marzo de 2024. La Comunidad sabe cuál es el camino a seguir para evitar que este crimen y todos aquellos sufridos a lo largo de su existencia vuelvan a ocurrir.

Este acto tiene una gran relevancia colectiva, ya que supone un reconocimiento indirecto de otras víctimas, no solo de Colombia. La Comunidad le habla al mundo, a aquellos pueblos cuya existencia está en este momento en riesgo por el retorno de la guerra como instrumento de legitimacion de legitimación de la ocupación y la cancelaciónde los pueblos, junto con la existencia del derecho internacional.

En el Tribunal de opinión sobre Gaza celebrado la semana pasada en Sarajevo, Raj Sourani, reconocido defensor de los derechos humanos, afirmó: «No queremos ser las buenas víctimas del nuevo genocidio de nuestro siglo». Al igual que la Comunidad de Paz afirmó en el momento del entierro de Nalleli: «No nos vamos a rendir a la lógica de la muerte».

La sociedad civil internacional, representada aquí hoy, declaramos declaramos que no queremos ser los acompañantes de las buenas víctimas en tiempos de paz. Queremos cumplir el papel que la Comunidad nos ha reconocido, siguiendo a su lado: el de ser actores del cambio y de la transformación necesaria para alcanzar la paz en este país. Sin pueblos no hay derechos, ni paz, ni democracia. Que este acto marque un punto de inflexión para que la Comunidad y la humanidad heridas puedan existir con dignidad.

Simona Fraudatario